martes, 30 de junio de 2009

Por

Con papá tengo una relación amor-odio.


La convivencia nos distancia bastante: ambos tenemos el mismo carácter de mierda. Nos cagamos a gritos, discutimos por pelotudeses. No nos soportamos.

De todos modos, no puedo zafarme del Complejo de Edipo (o mejor dicho, de Electra). Lo admiro profundamente. Es un hombre inteligente, con bellas ideas políticas, sociales, culturales. Casi todo lo que sé, lo aprendí de él.

Anoche miramos juntos el programa Elepé de canal 7, destinado al análisis del disco Artaud de Spinetta. Mientras escuchábamos atentamente las entrevistas, conversamos y cantamos desafinadamente las canciones que sonaban de fondo. Discutimos cuales era nuestras canciones favoritas (yo elegí
La sed verdadera, él Cantata de Puentes Amarillos) sin olvidar la belleza de A Starota, el idiota o Por.
No pude evitar sacar la mirada de la pantalla (en repetidas ocasiones) para mirarlo a él; para mirarlo a mi papá y pensar en lo mucho que le agradezco que me haya hecho escuchar tanta música hermosa.

Este tipo me hizo escuchar Spinetta desde antes de nacer: ponía al palo "El mono tremendo" (del disco Tester de Violencia) y yo pateaba frenética en la panza de mamá. A mi hermano lo nombró Fermín, y a mí casi me pone Ludmila. Me llevó a verlo al Flaco (y Los Socios del Desierto) cuando yo apenas pisaba los 10 años.


Es difícil llevar a cabo este amor-odio. Es difícil decirle
"gracias por todo esto" a un tipo poco cariñoso. Es difícil hacerlo explícito. Pero si hay algo que aprendí en estos 20 años, es a ser un poco estratega, y demostrarle todo lo que lo admiro a través de una charla casual, cómodamente sentados en las butacas de algún recital.


miércoles, 24 de junio de 2009

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A veces tengo miedo (mucho miedo) de perder la pasión.



Me asusta no tener ganas. Me petrifica sentir que no estoy haciendo nada. Me paralizan las obligaciones. Me da asco que el cansancio posea mi cuerpo.
Me repugna no tener ganas de leer un libro. Me indigna no tener ganas de abandonar la comodidad de mi casa para hacer cosas que realmente me hacen bien, para ver gente que me hace bien.
Me da temor perder sensibilidad antes las cosas bellas de la vida. Porque lo bello, cuando se repite, se vuelve rutinario. Y la rutina suele devenir en aburrimiento. Y el aburrimiento nos agobia.

Tengo miedo de dejar de soñar; de dejar lo lado lo que quiero hacer, por lo que tengo que hacer.

martes, 16 de junio de 2009

Cuatro hechos musicales

1.- De la dificultad de despertar.

Tengo gravísimos problemas para abrir los ojos a la mañana. El simple hecho de ver que la primera cifra del despertador es un seis o un siete me causa un furia increíble. [En mi opinión, no debería existir obligación alguna antes de las 8.30 am.] Todo mi cuerpo se niega rotundamente a levantarse y me vuelvo a dormir por largos minutos, o hasta horas.
Harta de hacer todo apurada y llegar tarde a todos lados (o directamente ausentarme a mis actividades) busqué una urgente solución.
Tras varios intentos fallidos, descubrí que la única forma de despabilarme rápidamente es, ni bien apago el despertador, ponerme los auriculares con música bien bien linda. (Recomendación: "Good day, sunshine" de los Beatles).

2.- De las capacidades auditivas.

Inciso A.- En el silencio se escucha mucho mejor (creo que no hay dudas de esto). Y la oscuridad también ayuda notablemente.
El volumen de mi mp4 llega a '30'. Cuando camino por la calle, voy escuchando con en volumen entre 16 y 22 (según el disco y según el barrio que transito). Cuando me despierto, lo reproduzco en 8. Sí, tan sólo me basta subirlo (o bajarlo) hasta 8, y percibo perfectamente. Mi oído se adecua a esa situación particular.
Pero a veces olvido que tengo otro despertador programado... y me sobresalta con su chillido en un volumen muy superior al que mi oído desea escuchar.

Inciso B.- Hoy a la mañana comprobé que si sonrío con los auriculares en los oídos, los sonidos me 'entran' mejor.

3.- De la energía musical.

Ni bien tuve un rato de soledad en mi casa, abandoné los apuntes de la facultad y puse el disco Chapusongs de Árbol al palo. Acto seguido empecé a saltar y gritar como una desquiciada dentro de mi habitación. Fue una enérgica regresión a mis 14 añitos.

4.- Del caminar.

A veces, cuando voy caminando, veo mi vida como un film con una hermosa banda sonora.
La música marca el ritmo de mis pasos, mientras la letra habla de lo que estoy viviendo.
La película de hoy era la historia de un piba que se reconcilió con su pasado, y cuando se lo cruzó en la calle, lo saludó con una sonrisa.

lunes, 15 de junio de 2009

Largo FinDeSemana Largo

Nunca está demás reencontrarse con uno mismo. Este fin de semana encontré tiempo suficiente como para destinarlo a reírme, dormir, compartir cervezas con amigos, charlas con desconocidos, comidas con familia.

Procuré recordar que este año decidí que mi prioridad en la vida soy yo misma. No hice nada que me provocara disgusto, aburrimiento o incomodidad. Cuando necesité estar afuera, salí. Cuando quise quedarme en la comodidad de mi hogar, volví.

Me conecté vivamente con la música (bien supremo que oxigena mi alma).

El viernes 12 vi al Sr. Luis Alberto Spinetta por segunda vez en el año y décima en mi vida. El recital en sí fue casi idéntico al ofrecido en mayo. Prácticamente no tuvo variaciones ni en los temas ni en el orden de presentación de los mismos.
Pero el Flaco es el Flaco, y siempre es un placer escucharlo, verlo y sentirlo. Siempre se muestra cálido y cercano con el público. Explica los temas, hace chiste al respecto.
Antes de toca "No quiere decir" dijo: "esta es una canción que habla en contra de la frustración, porque muchas veces en la vida somos infelices por comparación". Una sabia enseñanza, que llega en un momento especial de mi vida, en el que intento ser positiva y feliz (y estoy obteniendo muy bellos resultados).

Anoche (domingo 14) vi a Coiffeur en el Centro Cultural Islas Malvinas. Fue un recital precioso. Me sorprendieron varias cosas: en primer lugar el hecho de que casi ningún tema haya sonado como en los discos, porque las modificaciones en los arreglos, armonías y melodías eran tan grades que parecías temas completamente distintos. En segundo lugar destaco la calidad de la voz de Guillermo Alonso y su capacidad como guitarrista.
Tocó los siguientes temas: Al oído; Tan atentos a que nada; Haga dudar; Eso mismo; Feriado + Vuelvas a casa; tres canciones nuevas que forman parte de su próximo disco; De vos conmigo + Rocío; Crujen; Amor-on; ¡Qué mala suerte! y el BIS fue Cataratas.

Hoy coroné este hermoso finde descansando en mi casa, evitando el estudio y con Frank Zappa al palo de fondo.

domingo, 7 de junio de 2009

Siempre es como la primera vez*

Es muy difícil transmitir la experiencia de la primera vez. Difícil materializarlo en palabras. Es una sumatoria de sensaciones, que por ser nuevas, son incomparables.

También es complicado explicar cómo se modifican los sentidos con la repetición. Cada vez es mejor. Pero a la vez nos asusta la posibilidad no volver a sentir nunca más aquel sentimiento primigenio.



La primera vez que escucho un disco suelo destinarle una concentración especial; quizás aún mayor a la que le dedico a la lectura de un libro. Identifico el sonido general de la obra en cuestión y luego desarrollo (conciente o inconcientemente) una serie de etapas que pueden durar días o años.


En un primer momento procuro aprenderme las letras (en caso de que sean en un idioma distinto al español me preocupo por la correcta pronunciación y traducción).

Me informo sobre la banda, disco, contexto histórico-socio-cultural; e intento realizar una especie de análisis, o por lo menor trato de formar una interpretación que se adapte a mi sentir.

Luego mi concentración se fija en lo estrictamente musical: melodías, armonías, arreglos, sonidos en general. Disocio todos los instrumentos en mi cabeza hasta memorizar la melodía que construye cada uno.


A cada momento, el contacto con la música se hace más profundo. Cada vez es mejor, más excitante. Distinto. Nunca se percibe de igual modo. Nunca es el mismo disco.

A veces siento que no hay vuelta atrás; que todo se vuelve vertiginoso y me estremece pensar que, por cansancio o desgaste, algún día se va a terminar la conexión con esos discos.

Pero les puedo asegurar que se puede volver a sentir esa sensación originaria, ese sabor a primera vez. Basta con predisponerse a transportarse a ese estado de concentración en el que nos dejamos sorprender y asombrar. Basta con creer que realmente no es el mismo disco que ya escuchamos una y otra vez.




* Recomendación: "Nuevos trapos", de Charly García, en Clics modernos

lunes, 1 de junio de 2009

No-aniversario

Si no fuera una persona egoísta, miedosa o infiel; si no me aburriera fácilmente; si tuviera la capacidad de abrirme y amar; si no tuviera un autoestima tan baja; si los anteriores no me hubieran herido tanto... hoy hubiéramos cumplidos un año de novios.
Me acordé de esta tremenda pelotudez porque cuando estaba esperando el micro, se me apareció su aroma. Y se sintió extraño. Como irreal. Ajeno.

Nunca duré con nadie más de cuatro meses. ¿Inconstancia será? ¿Mala suerte? No sé. Siempre le eché la culpa a los demás. Pero evidentemente el problema soy yo. Hoy me encuentro muy feliz con un muchacho... esperando que todo termine. Porque ya se fueron tres meses hermosos, y presiento que empieza la cuenta regresiva.

Pero basta! basta de torturarme a mí misma. Listo, no funcionó, punto. Lo quise y por suerte lo sigo queriendo (NOS seguimos queriendo), de otro modo, pero querer al fin. Y no, ya no soy la masoquista de antes, que se hubiera puesto a escuchar Liliana Felipe o la banda sonora de Amelie o Cuerpo y alma de Pedro Aznar, para recordarlo y llorar por lo que no fue, para castigarme por los errores que cometí y sufrir por lo caro que los pagué.


Aunque hay algo dentro mío que me dice que no aprendí nada, y que estoy a punto de volver a meter la pata en el mismo charco enlodado.